miércoles, 6 de mayo de 2009

Un amigo.

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viernes, 1 de mayo de 2009

Mi página comercial.

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Siempre me han gustado los papeles marmoleados, ahora los pinto yo mismo, desde luego porque me encantan, pero cuando era un encuadernador aficionado, a mis 18 años ya me volvían loco.

Entonces soñaba con entrar a una tienda que tuviera sus paredes revestidas de grandes anaqueles con cien mil papeles diferentes, clasificados por colores y por modelos...

Lo más parecido a mi sueño fue un establecimiento que encontré en Paris que ya no es lo que era.

Hace cinco años que empecé a pintar y el sueño ha cambiado, por supuesto.

Porque ahora los anaqueles estaban llenos de mis propios papeles, yo andaba detrás del mostrador y cuando alguien entraba la charla se adueñaba del local mientras elegiamos un papel adecuado y tomabamos un café.

Un sueño que solo de forma soñada podrá acercarse a ser real.

He abierto una tienda en linea, como se dice ahora. No se me ocurre nada mejor para realizar mi sueño.

Se que no es muy habitual. Pero tampoco es habitual que haya nieve en Mayo y parece que nos da igual, así que, ¿por que no?

Entrad si quereis, echad una mirada entre mis anaqueles, tomad un café conmigo y si quereís que sea algo más real, escribidme o llamadme. Será un placer intentar hacer que os sintaís como yo queria sentirme en la tienda de mis sueños.

El enlace está a la izquierda en el blog, pero lo encontrareís tambien al final de esta entrada, después de que hayaís tomado los cafés.

Debeís perdonarme que la página esté diseñada en inglés, hay que ser global en este mundo de hoy, pero la introducción y las caracteristicas de los papeles aparecen en algún lugar en español, lo demás se entenderá perfectamente.

Ojalá que, por lo menos, disfruteís con la visita.


Las graciosas figuras en el café son muy corrientes en Turquía, donde se hacen en una bebida que se llama SALEP echando canela en la superficie, y en Italia, donde hay verdaderos maestros del capuchino. Mi agradecimiento a Milena Hughes por enviarme estas fotos. Si pintar sobre agua (marmolear) debe ser un acto efímero, este es su mayor exponente: dura justo un sorbo.
http://antoniovelezcelemin.blogspot.com

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Lo que cada modelo esconde.

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Me gustan los peines, lo reconozco. Tanto, que una amiga comenzó a llamarme en secreto “el niño de los peines”, lo que a mis casi 50 me pareció perfecto. Con estos antecedentes parece razonable presumir que cualquier papel que yo pinte debe tener algún peine, sino varios, en su diseño. Así que de una manera muy natural me afané aplicando las últimas novedades que había descubierto, y que he descrito en una entrada anterior, a los peines, a mis queridos peines. Lo que nunca pensé que iba a encontrar era una variante de un modelo que había perseguido tiempo atrás, variante que puede aplicarse a cualquier peine con resultados diferentes y que además, por un fantástico error, se me iba a permitir entrar, ¿como diría yo?… en la intimidad del marmoleado. Y conocer su aspecto desprovisto de oropeles y colores.


Comencé tímidamente intentando replicar el movimiento del peine con agua de hiel, con estos resultados:











Intenté también distribuir el diseño en trozos independientes:








Me gustó mucho ver como los canales que abre la hiel pueden emplearse para verter allí nuevos colores y conseguir interesantes degradados:









Que también pueden realizarse en horizontal:





Y, ¿por qué no?... en ambos sentidos:









De repente me acordé. Art Nouveau. Un diseño que habia intentado realizar alguna vez cosechando siempre escandalosos fracasos. Busqué y encontré entre mis libros esta reproducción:





Algo así es lo que debía intentar hacer. Me parecía que ahora tenía los recursos que me faltaron en otros intentos. Ahora tenía que ser el momento.





No estaba nada mal, pero deseaba lograr un diseño más claro, más nítido, y además eliminar el salpicado dorado, que me gusta mucho, lo llamo "enriquecer" un papel, pero que en este caso no deseaba.





Aquí estaba. Ya solo quedaba definir los ramos que forma la hiel cuando se la hace participar en el papel. Pero, a veces, pueden darse varios pasos a la vez. Así que además decidí desvanecer los márgenes.





Había terminado. De momento. Un ramo, como el papel azul del encabezamiento, y dos, como este último. Suficiente sin ninguna duda. Pero yo no soy así. Me domina la ambición. Y además, en el terreno que estamos, incluso la alimento. No me parece mal ser ambicioso con el marmoleado. Así que quiero más. Y me acordé de otra cosa que había intentado algunas veces. Pintar solo con dorado y negro. Una combinación segura, a pesar de que las sevillanas piensen que falta el rojo. Esta vez lo conseguí.





Incluso pude preparar varios papeles con diferentes modelos y comprobar como de cada uno de ellos salía un ramo diferente, el primero, el azul, eran unas plumas, el anterior un buqué, ahora vienen el gótico y las espinas onduladas:








Estoy seguro de que cada diseño da un ramo diferente. Cada modelo esconde una sorpresa. Pero no quería atragantarme. Me pasa lo mismo con los libros que más me gustan. Tardo siglos en acabar de leerlos porque quiero que duren eternamente. Con los papeles debía hacer lo mismo. Cuatro variantes son un buen montón. Y tenia además dos colores para hacer. Así que solo faltaba pintar una buena cantidad de ellos. Ya experimentaría más adelante con otros modelos. Podía experimentar con tantos que me satisfacía tan solo pensar lo que podría encontrar con el tiempo.

Pero a veces surge la equivocación. No me disgusta equivocarme. Aprendo de mis errores. Todos los dias aprendo mucho. Y trato de sacar ventaja. Saber, por lo menos, lo que no debo hacer. Lo que sucede es que esta vez mi error... fue un regalo.

Estaba haciendo uno de estos papeles dorados, lo lavé, desapareció el oro... y allí estaba... la radiografía del marmoleado... lo que de verdad es cada modelo cuando se le despoja de todo adorno.





Rápidamente comprendí la causa de mi error y pude hacer más radiografías, soy un curioso, queria mirar un poco más, ver el aspecto de un solo ramo, de cada modelo...





El siguiente buqué, que va ser lo último de esta entrada, me pareció fantástico. Me sentía como si mi amor, también reconozco que estoy enamorado de mi trabajo, me hubiera aceptado. El marmoleado es muy elusivo, sé perfectamente que solo da su mejor cara cuando quiere, no cuando a uno le hace falta. Pero ahora había consentido. He sido admitido a su intimidad. Quiero al marmoleado. Y, de alguna manera, me siento correspondido.